jueves, 12 de octubre de 2017

Hernán Cattaneo en Costa Rica

Foto: Jhans Masco, Club Vertigo.
No son ni las 11 de la mañana del último día de septiembre 2017 en el aeropuerto internacional "Juan Santamaría", Ciudad de Alajuela, Costa Rica. De las dos horas de viaje, dormí, si mucho, 30 minutos y todavía nos faltan 18 kilómetros para llegar a San José. Un taxista tras otro nos ofrecen llevarnos al Centro Histórico por $30, $40, $50 y hasta $70 pero por menos de un dólar tomamos un bus en perfectas condiciones en una estación a la vuelta de la salida del aeropuerto y en menos de una hora ya estábamos haciendo fila en el banco para comprar colones e ir a almorzar. Fuimos al mercado y opté por un "casado" (almuerzo casero) que incluyera el típico "gallo pinto" tico (combinación de arroz y frijoles).

Quedamos en juntarnos con la hermana de mi primo -que horas antes había decidido acompañarme- y una amiga guatemalteca que está estudiando en la UCR pero una lluvia semejante pero más intensa que el "chipi chipi" cobanero nos hizo refugiarnos en un bar de la esquina. La hermana de mi primo no llegó y mi amiga llegó con "chiliguaro" (aguardiente tradicional costarricense combinado con salsas de chile picante). Desde el balcón contemplamos un desfile de paraguas y a un grupo de chicxs bailando pero no invocando ese "olvido del silencio del hambre y del ruido de la muerte" como ilustraría alguien en Guatemala.

Monumento a "Los presentes" del escultor costarricense
Fernando Calvo.
Foto: Gilberto Luna, Municipalidad de San José.
Como no paraba de llover, no nos quedó de otra más que seguir bebiendo una cerveza por aquí, un chiliguaro por allá. Así nos enteramos que Hernán Cattaneo ya estaba en Costa Rica para su presentación en el Club Vertigo. Mi primo (maldito blasfemo) no vendría con nosotrxs a la fiesta por lo que, cigarrillos después, nos separamos. Humo, música y ducha donde mi amiga y al Uber (Pre perfecto, si me lo preguntan). No son ni las 11 de la noche del último día de septiembre 2017 en las afueras del Centro Comercial donde se encuentra el Club. Un gusano humano lo envuelve. Nosotrxs fumamos.

La chica que verifica mi nombre en la lista de acreditaciones me pregunta por mi equipo de foto y video. Le digo que no uso, que vengo a bailar como se baila aquí para traducirlo en una suerte de crónica. Se ríe y me pone el brazalete. Subo las gradas y me topo con unos cuadros-espejos que me llevan al 2007 donde el inspector del colegio donde estudiaba nos formó en fila para ir a vernos en un espejo que había andado cargando en una cajita desde hace una semana advirtiendo que ahí estaba acumulando "todo lo que nos alejaba cada día de la victoria". "¿Habremos perdido?", me pregunté subiendo otro grupo de gradas. "Estoy aquí. Por fin. lo bueno de no tener nada es tampoco tener límites", pensé.

Me encontré primero con Elena, después con Leo. Ellxs -Mobius Strum- y Fredo Cortez -el propietario de Vértigo- le entregarían la cabina al argentino que, de un momento a otro, pasada la media noche, apareció a sus espaldas. Llevaba el dilema de entrevistarlo o no. Iba nervioso. No tenía nada qué preguntarle. Lo sé todo de él. Sé hasta que ahora vive en Buenos Aires con su esposa y sus tres hijas "para que adquirieran la identidad argentina" tras haber residido en Barcelona y antes en Londres. Sé que fue porque intencionalmente tocó un set aburridísimo en el extinto club Museum de Buenos Aires en el 98 (porque Los Chemical Brothers habían decidido reventar el dancefloor abriendo la noche que compartían cartel con Paul Oakenfold -el primer superstar dj de la historia- que estaba ahí cuando lo hizo y al escucharlo, le agradeció, lo invitó a su tour mundial y se lo llevó a Europa) que se le abrieron todas las puertas. Sé que concuerda con el inglés con que es un "entretenedor" pero también sé que difiere cuando entretiene a quien él quiere porque sabe que "a quienes les gusta Hernán Cattaneo, les encanta y para quienes no, ni existe" (hoy por hoy él decide a dónde ir y qué bookings aceptar). Sé de la descendencia de su disquera Sudbeat, del alcance y la cobertura global de su radio show Resident que todas las semanas presenta nueva música, de sus legendarias compilaciones para Renaissence y Balance, de su ejemplo para artistas como Guy J y sé de gente que lo sigue a todo el mundo. Como un peregrinaje.

Le pedí que le mandara saludos a sus fans en Guatemala a lo que me respondió "¿Cuándo voy a Guatemala?". ¿Qué le iba a decir? "Brother, ahorita estoy haciendo una coperacha en Guate para llevarte". No. No supe qué decirle así que le dije cualquier cosa, que la primera vez que visitó Guatemala, yo tenía 16 años y no me habían dejado entrar. Que había pensado en escribirle una carta pero que estaba ahí: Agradeciéndole y representando mínimamente. Sonrió, me agradeció, me dijo que le encantaría venir pronto a Guatemala y mandó saludos. Ahí tengo la grabación.

No cortó el set que le antecedía, más bien comenzó el suyo con este track:



Y lo que se anunciaba como una sesión de 2 a 4 horas, terminó siendo un viaje dentro del viaje de más de 8 horas (parecía que hablaba solo pero devolvió uno que otro saludo, no vi que bajara al baño sino hasta alrededor de las 9 de la mañana que gritos de agradecimiento inundaron el vacío que el Gary Stewart Audio System había dejado en un todavía poblado Club Vertigo -que había topado su capacidad dejando afuera a muchas personas con ticket en mano incluso). Mezcló, sin exagerar, más de 100 tracks. Los géneros musicales no existieron. O, por lo menos, no a golpes inmediatos. Muchos pasajes para meditar bailando eso sí. Hernán Cattaneo es un entretenedor que, contrario a distraerte, te enfoca entre los clímax y clímax que crea. Irradia sencillez. Es imposible temerle a la oscuridad cuando vuelve a ralentizar los sonidos para conectarse, pareciera, especialmente con vos y cada una de las almas que comparten la pista en un hilo invisible de satisfacción, como si todxs en ese cronotopo estuviéramos participando de otra dimensión de la experiencia humana: una donde se valía quedarse para siempre en esa noche porque el presente era un fin y no un subordinado del futuro.

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