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Foto del video de "Two months off" de Underworld. |
Cuando inicio a escribir esto me encuentro en mi cama con la computadora sobre las piernas mientras tecleo tras semanas de fiesta: De Puerto Iguazú y Buenos Aires, pasando por São Paulo, a Ciudad del Este.
Afuera hace frío y llueve, el invierno ha llegado a la triple frontera y pienso en la espiralidad o circularidad del tiempo maya a partir de acontecimientos que suceden cada cierto intervalo de tiempo como que estés haciendo prácticamente lo mismo este año que estabas haciendo el año pasado o que alguien te escriba este año más o menos en la misma fecha que te escribió el año pasado o que te encontrés a alguien que tenías años de no ver más o menos en el mismo lugar donde le conociste. También pienso en lo diferente que serán mis próximas semanas a comparación de este mismo mes el año pasado a partir de este intento de quebrar la inercia de la enajenación.
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Atardecer en Puerto Iguazú. Foto propia. |
ARGENTINA ME HA HECHO QUERER SALIR CORRIENDO A ABRAZAR A LA PRIMERA PERSONA QUE ENCUENTRE EN LA CALLE MÁS DE UNA VEZ
Falta poco para graduarme y mi tiempo en América del Sur parece tener sus meses contados, por eso y porque, parafraseando a Borges, lo intenso es una forma de eternidad, no dudé en cruzar de nuevo a Puerto Iguazú, en la provincia de Misiones, en el norte de Argentina, para asistir a la fiesta Limbo de finales de marzo que presentó al DJ francés Däif en una reserva natural seteada con un sistema de sonido impecable. Dos semanas después volé hacia Buenos Aires para asistir a las fechas de Helena Hauff y Surgeon en el Under Club, respectivamente. La pasé mejor en la fecha de la alemana porque me gusta más bailar al sonido analógico de los sintetizadores en la música industrial, el electro clash y el dark wave que el techno ni tan puro y ni tan duro (que yo llamaría conservador) y cuyo groove tiende, por momentos, a la monotonía. De paso, asistí a un par de funciones de la vigésima quinta edición del Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente (BAFICI), un par de master clases diría yo, en clave documental de y sobre Jean-Luc Godard y Luis Ospina.
Pero la verdad es que este fue uno de esos viajes que no hice por la música como prioridad. Lo hice por ciertas expectativas a partir de algo que pasó en mi último viaje a Buenos Aires que me explotaron en la cara porque, como dice Dante, uno de los personajes de la película argentina "Martín (Hache)", "ninguna mujer tiene dueño". Y yo agregaría que más si tiene una vida y la tiene en Argentina: no tiene dueño y no tiene tiempo. Pero bueno, lo hice porque mi corazón en su momento me dijo que valía la pena. Tener el amor de alguien que trabaja en el bienestar de otras personas siempre va a ser difícil porque es un tesoro. Aunque, idealizar es deshumanizar, idealizar es deshumanizar, idealizar es deshumanizar. Como me dijeron, por lo menos acumulé otra experiencia y ahora me conozco más.
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Helena Hauff en Under Club. Foto: Under Club Instagram. |
EU ERA OUTRO, EU SOU OUTRO, EU SEREI OUTRO, SEMPRE OUTRO (ANOTHER FISH IN THE BOWL)
De ahí regresé a Foz para una semana después irme a São Paulo para la edición brasileira del festival alemán Time Warp que este año está conmemorando tres décadas. Llegué el jueves 2 de mayo directamente a dormir porque llegué casi a media noche. Sin querer queriendo me hospedé en un hotel cerca del Vale de Anhangabaú, una suerte de plaza pública gigante localizada en medio de edificios en el centro de la ciudad donde se realizaría el festival, así que los tres días fui y vine caminando.
Ya tenía marcado el horario de los artistas que me interesaba presenciar tanto para el viernes como para el sábado y como no me gusta hacer fila (algo común en estos eventos masivos) llegué relativamente temprano. De un momento a otro, estaba rodeado de un paisaje urbano conformado de edificios que más parecían gigantes estáticos y testigos de lo que acontecería: una inmersión musical, corporal, visual, tecnológica y hasta existencial.
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Entrada al Vale de Anhangabaú. Foto propia. |
El primer día bailé a Chaos In The CBD, que iniciaron su set con un edit de Pet Shop Boys - "It's alright" pero también tocaron algo de Michael Jackson, a quien no escucho desde que vi "Leaving Neverland" por lo que aquel debate de si es posible y se debe separar al autor de la obra se reactivó en mí; a Hercules & Love Affair, quien tocó una música disco alucinante; a Richie Hawtin, a cuyo característico groove se le cayó el sonido tres veces; a I Hate Models, que tocó música de Brutalismus 3000 y cerró su set con su speed up edit del remix de Andre VII a "Toro" de El Columpio Asesino; y a DJ Seinfeld, que no me complació tocando al amanecer el que para mí es su mejor track: "Lovejoy". Ya el sábado me conformé con bailar a Roman Flügel, quien estaba de cumpleaños, a Sven Väth y a Mall Grab (que puso a sonar varios de sus hits como "Sunflower", "Loving you", "Life", entre otros e hizo un sorpresivo b2b con Skin On Skin). Digo me conformé porque este segundo día me fui más temprano para poder aprovechar el desayuno del hotel y descansar un poco para un after soñado: domingo, de tarde (sunset), con un Sven Väth que dio una cátedra como selector de vinilos en una sesión que se extendió por seis horas desde las tres de la tarde hasta las nueve de la noche y en la que se dio gusto de poner a sonar desde tracks imposibles de shazamear hasta clásicos como un edit de Underworld - Two months off y Talk Talk - "It's my life", pasando por temas propios como "L'Esperanza". Tuve la oportunidad de gritarle, saludarlo y agradecerle desde lejos cuando fue a desearle feliz cumpleaños a Roman Flügel y cuando terminó su set. Además, le escribí esto el día siguiente: The sunset yesterday at São Paulo was a dream! A dream about a travel in time, a time that is the life, a life that never ends just like the music and everything that comes natural in the way you give. Thank you for the lesson, til the next time.
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Roman Flügel en Time Warp São Paulo 2024. Foto propia.
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Dicen que una imagen vale más que mil palabras. Pensando en una imagen de mi experiencia en el Time Warp São Paulo, reflexiono si es posible escribir mil palabras que valgan más que una imagen. En ese sentido, ¿de qué imagen estoy hablando? Desde la noche anterior, había encontrado mi lugar en el espacio de la pista de baile de uno de los escenarios que no era el principal ni el más grande: mi metro cuadrado estaba sobre unas gradas desde las que bailaba a la altura del DJ booth a unos cincuenta metros de distancia de mí. Estaba debajo de un árbol con cuyas ramas bailé. La pasé tan bien que no me importó estar bailando sobre un charco que venía desde la barra, bailaba en la orilla de la última grada, a tal punto que un mal paso y me caía. Por un momento intenté tomar distancia de mi mismo y procurar el punto de vista de quienes por instantes me observaban en mi performance. Me miraba contento, o por lo menos sonriendo, bailando lo más fluido que podía, tratando de emitir las mejores vibras posibles, ayudando a quien podía como podía, intentando no caer. Y no caí, no caí ese domingo, ni la noche anterior, ni la del viernes, ni los tres días de Time Warp. Por eso quisiera vivir en esa imagen mía en la pista de baile para siempre aunque no me represente. Ahí no tengo problemas, tampoco tengo que ser alguien, solo estoy poseído por la música, el humo, la cerveza y los dulces. En mi realidad tengo tanto que soltar. En la pista de baile solo soy otro pez en la pecera. Pero es imposible escapar de la realidad. "You can't hide from your bud" se llama una rola de DJ Sneak y lo mejor es aprender a tener una relación armoniosa con esa realidad.
THE TRUTH IS ON THE DANCEFLOOR
Hambre en las calles, revival del fascismo en todo el mundo, guerras y desastres climáticos, vivimos tiempos de todo eso y más. Pero entre esos tiempos, siempre hay tiempo (y de alguna manera recursos, o sea el privilegio) para perderse en un túnel del tiempo donde la música te lleva lejos de la realidad, y esa distancia te otorga perspectiva; esa es la verdad que encontré en la pista de baile (que fue el lema del Time Warp São Paulo de este año): La realidad del mundo no se puede cambiar, pero vos podés cambiar tu realidad y partir de ahí para, en la medida que lo explorás, luchar por otros mundos posibles. Otros mundos son posibles porque otros mundos existen. Desde este punto, la exploración puede ser vista como una una forma de resistir y luchar. Y la pista de baile, la noche y la música electrónica son mundos a ser explorados porque en la medida que uno explora-descubre-conoce, se reconoce como parte de algo más grande. De ahí que la responsabilidad de conocerse para mejorar el mundo sea directamente proporcional al privilegio.
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Foto propia.
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Volví a Foz y el segundo fin de semana de mayo crucé el Puente de la Amistad que conecta a Brasil con Paraguay para quitarme la gana y la duda de conocer el Pulse Club de Ciudad del Este que presentó a la DJ inglesa Anthea con su particular sonido minimalista. No sin antes asistir (por segunda vez) a una obra de teatro del colectivo "Poéticas Do Entre" en la Universidad Nacional del Este, tomarme un café (algo que se está volviendo costumbre antes de salir a bailar) y beberme unas cervezas con un par de nueves estudiantes del curso de Mediación Cultural de la UNILA a quienes quise mostrarles un poco de mi mundo así como algún veterano del curso hace más de tres años me mostró un poco del mundo en la triple frontera.
Ahora que acabo de escribir esto voy por la tercera semana de un detox en el que por lo menos no bebí en casi tres semanas. Afuera cae el sol (y yo sigo soñando dice la canción) y si con la mañana viene la realidad de la que se procura emancipación durante la noche, durante la tarde viene esa idea redentora de que la vida se trata y encontrará sus maneras de resolver y continuar. Me preparo para salir para Uruguay la próxima semana y para Guy J en Surreal Park en julio y espero teclear algo al respecto del último álbum del productor sirio Omar Souleyman.
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Anthea en Pulse Club. Foto-screenshot: a partir de un video de Linda Elizabeth.
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