miércoles, 8 de agosto de 2018

Un Disc Jockey, un Disque Jockey y un Dealer Jockey entran a un bar

     Como últimamente nos han estado invitando a tocar juntos, nos turnamos en qué carro nos vamos. La última vez, nos fuimos en el de aquel. Cuando terminó la fiesta, salimos caminando hacia el parqueo y nos subimos al carro. Aquel arrancó y a unos cien metros de camino, dijo: hijueputa vos… no nos pagaron. Regresemos, porque si no les cobramos a estos cerotes en el momento, después se tardan un año en pagar. Aquel retrocedió los cien metros que habíamos recorrido, se bajó del carro dejando la puerta abierta, las luces encendidas y a mí adentro. Metí la mano en el bolsillo de mi camisa como buscando algo y encontré algo que no llegaba a ser una bacha. La encendí. El fuego hizo un movimiento como señalando al camino de terracería que estaba afuera y el humo reveló los volcanes que lo rodeaban. Contemplando el paisaje de madrugada estaba cuando una mano entró por la ventana directo a quitarme la bacha de la boca seguida de otra mano con forma de puñetazo descolocado. ¡Brother! ¡Brother! ¿Qué está pasando? ¡Me estás confundiendo!, le gritaba, pero él (supe que era hombre por la voz) también me gritaba algo que no se le entendía porque parecía que se le había dislocado la mandíbula y no lograba articular palabra. Abrió la puerta y me dejó salir. ¿Quién putas te dio esto?, me dijo. ¿Quién putas te dio esto?, gritó, refiriéndose a la bacha que tenía en la mano que no estaba usando para sacar la pistola que llevaba en el cincho. ¿Qué está pasando brother? ¡Me estás confundiendo!, repetí. ¿No sabés quién soy?, le pregunté, sin ínfulas y a decirle iba que yo tampoco sabía quién era él, cuando se me tiró encima apoyándose en su arma sobre mi cuello y gritándome eufóricamente, ¡Vos sos el que no sabe quién soy yo!, ¡Decime quién putas te dio esto y qué estás haciendo aquí! Me golpeó con la cacha de la pistola y me permitió responder: Brother, este es un lugar donde se hacen fiestas, yo trabajo de DJ y me invitaron junto a mi compañero que es a quien estoy esperando dentro del carro. ¿Y, a qué fue?, me preguntó. —Fue a traer el dinero de nuestra paga. Puta pero mirá cómo deja el carro, con la puerta abierta y las luces encendidas, ¿quién se cree? ¡Ustedes no saben quién soy yo! ¡Decime quién putas te dio esto! Brother, en medio de la presentación alguien me la regaló. No tengo nada más. ¿Me podés explicar: qué está pasando? ¿Quién te invitó? El organizador de la fiesta. ¿Así?, dudó y continuó: llamalo pues. Vamos a ver si es cierto. Lo llamé y no me contestó. No me contesta, le dije, llamando otra vez. No contesta. Entrá a llamarlo, me ordenó y siguió: si no salís con él, hoy te vas a morir, sentenció apuntándome con la pistola.

     Entré y el organizador ya se había ido. Si salía, temía por mi vida así que corrí hacia una arboleda. Terminando de atravesarla estaba cuando me encontré de frente a mi compañero que había entrado por nuestro pago y al resto del crew de la fiesta desmontando todo. ¿Qué te pasó?, estás pálido, percibió. Sofocado, no le pude responder de inmediato pero de inmediato intenté contarles lo sucedido. Igh… te encontraste a ese cerote, me dijo lamentándose uno de los bartenders. Vení, me dijo otro, escondete aquí. Muchá, sigan desmontando, gritó nervioso. Me había subido al camión donde estaban cargando el equipo de sonido y desde adentro escuché: Bueno, hijos de la gran puta, vi que ese cerote salió corriendo y se vino para acá. Díganme dónde está o los mato a todos. Mala onda que por mí se arriesguen todos -que eran como treinta, pensé saliendo de mi escondite. Brother, el organizador ya se fue. Aquí está mi compañero, ya nos vamos. ¿Todo bien?, interpelé.

     —¿Todo bien?, repitió con tono burlón. ¡Vos no sabés quién soy yo!, mandibuleó. Otro de los bartenders (uno de quien no lo esperaba porque nunca nos hemos caído bien) le dijo: mano, ya nos vamos, ya nadie está consumiendo nada, ya estamos desmontando todo, aquellos son DJ’s de la ciudad y el organizador los invitó, dejanos ir porfa, porfa, porfa… En esas estábamos cuando caminando hacia nosotros desde un pick up una colombiana -lo supimos por el hablado- le decía papiii, ya deja de molestar a los chicos, vámonos… Llegó, le tomó la cara y le dio un beso. ¡Esperate!, le respondió medio empujándola y tomando la palabra: Aquí, toda la mota, todo el tiro, todas las pepas, todo lo que se consume es mío. Nadie puede vender ni consumir nada que no sea mío. ¿Está claro?, culminó interrogándonos a nosotros y sin esperar respuesta se dirigió a mí: Pedime disculpas. Si es lo que querés, discúlpame, le dije dándole la mano que me agarró con fuerza, como queriendo lastimarme. Vos, ordenó dirigiéndose a uno de los sujetos que estaban dentro del pick up, dale un cienito a aquel. El sujeto se bajó del carro y me lo dio. Y a vos, no te hago nada porque tenés cara de gracioso, dijo dirigiéndose a mi compañero. Pero sabés qué, tu gorra me gusta, le dijó quitándosela y poniéndosela en un arrebato. La colombiana lo tomó de la mano, lo haló y se lo llevó hacia el interior del pick up que, cuando estuvo arriba, se perdió resbalándose en la tierra.

*Esta historia me la contó hace meses un amigo DJ de Guatemala, días después de que casi lo mataran afuera de la fiesta donde lo invitaron a presentarse.

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