viernes, 21 de febrero de 2020

México y Guatemala, tan cerca y tan lejos: algunos apuntes


La primera vez que fui a México fue una vez hace cinco años que amanecí en mi cama con mi computadora sobre mis piernas. A las seis de la mañana busqué en Internet cuál era la forma más práctica de cruzar la frontera y a las ocho estaba escuchando "Live another day" de Guy J y escribiéndole a mis primos  desde uno de los asientos de atrás que iba en un bus Galgos rumbo a Chiapas.

Percibo que es común en las familias de clase media y baja de la Ciudad de Guatemala ir de turismo por lo menos una vez a Tapachula o San Cristóbal de las Casas, por ejemplo. (Lo digo porque esa primera vez en México de alguna manera fui en busca de ciertas historias que me contaron mis Abuelxs.) O por lo menos lo era antes de que ¡por fin! se hablara de lo que pasa en la "Frontera Sur" entre México y Guatemala: cien kilómetros adentro es donde lxs migrantes abordan "La Bestia" que lxs lleva a la frontera con Estados Unidos desde hace años y por lo tanto desde hace años unx también puede ver familias enteras atravesando el Río Suchiate o el Puente Rodolfo Robles.


La segunda vez, al año siguiente, pasé treinta y cuatro horas en un bus cruzándome Chiapas, Tabasco, Campeche y Quintana Roo para llegar al BPM Festival en Playa del Carmen que, al año siguiente, fue clausurado porque hubo una balacera en la fiesta de cierre. (¿Causalmente? ese año tomé la ruta equivocada y las autoridades de migración beliceña frustraron mi intento por asistir al festival por segunda vez, esta vez con mi ex pareja que me había invitado. No por eso impidieron que cruzara y conociera y tuviera un acercamiento, aunque fuera desde la ventana de un bus viendo para afuera, El Benque Viejo, San Ignacio, Belmopán, Belize City y Corazal y la complejidad de la identidad beliceña.) (Es una historia que contaré en otro momento y en otro formato.)

Mi pospuesta tercera vez en México sería en noviembre 2019 para el Mutek pero no me salió irme de la embajada al aeropuerto, bajarme de la bici y subirme al avión por quince minutos... Ironía que este festival no se me ha dado cuando en Honduras entrevisté a Damián Romero, el organizador. La vida es así. Así que finalmente fue en enero-febrero de este año y caminando y perdiéndome tomé algunas notas del por qué tan cerca pero tan diferentes México y Guatemala en lo musical, artístico y cultural.






No se valora lo que no se conoce

Y no se conoce lo que se olvida y se olvida lo que no se hereda-transmite. Por eso en Guatemala defendemos muy poco lo que se suele llamar "guatemalteco"; le ponemos muy poco valor porque esa nacionalidad ha sido creada desde lo que no somos, omitiendo nuestras herencias-raíces en su formulación. En el México contemporáneo se defiende y valora lo "mexicano" porque es la suma de los diferentes momentos que han marcado su historia y esa historia se conoce porque(¿el sistema educativo nacional o en su contraparte los diversos circuitos culturales independientes o de cualquier manera?)se transmite y procura que todxs lxs mexicanxs la porten.



Sin política pública cultural no puede haber cultura

A una población de más de ciento veinticinco millones de habitantes que han estado en el planeta por más de catorce mil años no le podés mentir. Por lo que no creo que sea solo una percepción el hecho de que la política mexicana, a excepción de la corrupción y el sobreflujo económico debido al narcotráfico, giran entorno a observar y estudiar a sus pueblos y su historia (aunque siempre habrán deudas políticas, representativas, históricas y sociales).

Salvador Dalí dijo que no volvería a México porque decía era más surrealista que sus pinturas y es que caminar por México es (yuxta)ponense una serie de lentes, uno tras otro: una multiplicación de lo prehispánico, colonial, revolucionario, moderno y en proceso de formación. Un contexto así es ideal para la experimentación y la transdisciplinariedad. Y espontánea o inminentemente sucederán. Por eso, aunque sea a través del mercado, la política mexicana ha parecido comprender la importancia de regular los hábitos de las personas mediante políticas culturales que propicien condiciones fluidas que las retroalimenten, pues son lo que forman o visibilizan las culturas de todos los pueblos que representan a lxs mexicanxs.

No me referiré al caso guatemalteco porque es obvio que al no transmitir la historia como ha sucedido, la cultura que se practica es parcialmente propia-interrumpida-no representativa para todxs a tal punto que una misma institución vela por la cultura y el deporte, que es una cultura en sí mismo. La cultura no es sólo arte tampoco. Son los hábitos-las formas como hacemos-aprendemos a hacer las cosas lo que nos definen. (Esa definición, en la que algunos países enmarcan su marca país, es la que después venden.)


 



Música sin el sonido adecuado, no gracias

El primer día de esta tercera visita a México mi host no me respondió por lo que, con otra historia de mis Abuelxs susurrándome al oído, me subí a un taxi en búsqueda de la Calle Guatemala, a unas cuadras del zócalo en el Centro Histórico de la ciudad. Por ahí me hospedé en un hostal donde pasé la noche bebiendo caguamas y platicando con un joven biólogo suizo que estudiaba una maestría en la UNAM. Le llamó la atención que yo hablara también de "vos", como los argentinos, y a mí que me introdujera al reto que implica integrar el narcotráfico a la economía de un país, que es el reto actual del caso mexicano.

En la madrugada, salí por cigarros y me llamó la atención una suerte de club a una cuadra del hostal del que salía a buen volumen música dub/reggae y al que entré sin pensarlo mucho. Ahí tuve mi primer acercamiento al estándar de sonido seteado por el mercado: desde este "club reggae" (no recuerdo el nombre) a cuadras del zócalo donde fui a "pachequear", pasando por el Foro Bizarro en la Colonia Roma a donde fui (de pre) a una de las cuatro "ondas siniestras" que había ese fin de semana desde donde caminé hasta el Yu Yu Club en la Colonia Juárez a escuchar a Shanti Celeste y de regreso a la Roma a ver qué onda con Thomas Jackson en el Bar Oriente, todos, todos, todos los venues tenían un sistema y un sonido y (así como un dealer)un ingeniero increíble que te hacía sentir la música de un modo que sólo en el Club Vértigo de Costa Rica había sentido, presenciado y escuchado: te atrapa y te conecta.


Los DJ's son los responsables de que otras cosas suenen en la radio

Y por lo tanto de que otrxs artistas y músicos se presenten en una ciudad en específico. La función de entretenimiento social de un DJ es la de ser un propagandista musical: de posicionar-insertar sonidos, letras, músicas, artistas y disqueras en el proceso existencial y/o investigación de la audiencia-dancefloor. Obviamente esta función del DJ trasciende al formato pues es independiente a si selecciona y mezcla para una radio, podcast, mixtape, club, rave, festival, etc. Sea a donde sea que vaya el o la DJ su función es siempre la misma: ampliar el criterio del público, incitarlo a demandar otros, más y mejores contenidos, pues, de nuevo: si no lo conoce no lo puede valorar y, por lo tanto, no lo puede buscar y encontrar. Luego estos contenidos, de una exhibidora a gran escala como la radio, pasan a line ups o programaciones si no rentables, al menos sostenibles en alguna medida de su profundización.


¿Cada club tiene su narco o cada narco tiene su club?

No sé cuál sea el orden o si el orden altera el resultado. Lo cierto es que en todos los venues a donde he ido en México, encontrar a alguien que te ofrezca drogas (por lo general cerca de los baños) es normal y hasta parte de la cultura rave mexicana, lo que me hace pensar si muchos clubes no son financiados por el narcotráfico o si el narcotráfico usa la cultura club para lavar dinero. En este sentido no tengo una respuesta a si la legalización/regularización reduciría la violenta batalla por los dancefloors-territorios que los carteles libran mientras todxs bailan.




Conocer para valorar, la premisa

El deseo de conocer es casi un instinto del ser humano y como tal, debe ser estimulado. El hecho de que los domingos la entrada a la mayoría de museos en CDMX sea gratis todo el día aunado a un riguroso ritmo y tratamiento de la programación permanente, temporal e itinerante que exponen (también en galerías y centros culturales) es una práctica digna de imitar y de conjuntarse en una "estrategia de recreación cultural", empezando con Pasos y Pedales en Ciudad de Guatemala con miras a descentralizarlo y extenderlo por todo el país.





Transporte

Por si fueran pocas todas las opciones que ofrece la Ciudad de México para movilizarse: metro, bus, bicis y motos públicas, entre otras (algunas de ellas funcionando las veinticuatro horas), muchos venues y festivales hacen alianzas estratégicas con marcas de transporte para que lxs asistentes tengan más alternativas para llegar. En Guatemala no hay metro y los buses públicos son una opción peligrosa en la que cada quien asume el riesgo. El Transmetro deja de funcionar en la noche y quienes no tienen un transporte propio (bici, moto o carro) o recursos para pagar taxi o Uber, prácticamente tienen un obstáculo para asistir y por lo tanto una razón válida para no ir a los eventos.



Horario

En México la gente comienza a salir alrededor de las diez de la noche porque no existe la "ley seca" que hay en Guatemala y porque los venues cierran entre cuatro y seis de la mañana. Muchos accidentes se evitan al no "mandar" a todxs a su casa (si es que no hay after) conduciendo en estados de ebriedad o enajenantes.


Saber cómo querer es más importante que querer mucho

Me llamó la atención que el gobierno mexicano tenía cerrado porque está "restaurando" el emblemático Ángel de la Independencia porque según ellos "las feministas lo dañaron rayando-pintando-escribiendo cosas sobre él". Para mí es una intervención artística colectiva y, si fuera la alcaldeza, lo hubiera dejado así como símbolo contra la opresión y represión. Es increíble cómo importa más un monumento que la muerte y abuso que sufren las mujeres a diario, muchas de ellas, a manos de hombres y parejas que "por quererlas mucho" las violentamos y agredemos. La última década me enseñó (no por eso lo he aprendido e interiorizado) que cada quien quiere diferente y por eso no hay mejores o peores formas de querer pero ninguna de ella es válida si no es un acuerdo explícito entre las partes involucradas. #NiUnaMenos



lunes, 10 de febrero de 2020

Algo que aprendí sobre locura, rockstarismo, (a)normalidad y burlarse de la burla durante los últimos 10 años

La otra tarde al terminar la sesión de ajedrez en casa de Sebastián recordé y comenté que tenía un cuarto de un papel con lsd que nos dimos.

Según Sebastián, ese octavo equivalía a un papel entero de cualquier otro ácido. Después de preguntarme cómo lo había conseguido, tendido en la cama, juraba que estaba viendo fractales en el techo de su cuarto. Yo estaba hipnotizado viendo a Jimmy Page en una pantalla gigante violando a su guitarra con un arco de violonchello en la versión extendida de "Dazed and confused" en el concierto-film "The song remains the same" de Led Zeppelin.

Le dije que me parecía que la locura, como la normalidad, eran construcciones sociales. Que era cierto que habían trastornos y enfermedades mentales pero que para eso existía la psiquiatría y la psicología. Que la locura construida socialmente no se remedia con eso porque no es un problema mental. Que la connotación maligna sobre la locura es más propaganda que moral. Que, por ejemplo, un niño no sabe que está mal pintar fuera de la línea hasta que alguien se lo dice y lo instruye para que procure no volver a salirse por la razón que sea. (Asumiré que es para que desarrolle motricidad, autocontrol, estética entre otras capacidades, habilidades y destrezas. Pero, ¿y si no se sale de la línea pero pinta muy duro? Alguien diría que si rompe el papel o se lastima habría que corregirle. ¿Y si pinta las pieles de colores inusuales como verde o morado? Así podría mencionar algunas otras "anormalidades" en el proceso de un niño pintando un dibujo hasta que me pregunto: ¿dejarán de haber anormalidades? ¿Quién y cómo se setea esta normalidad individual desde los acuerdos colectivos? ¿Cómo se mantiene vigente de generación en generación? ¿Existen procesos creativos normales?

Y me respondo: no dejarán de haber anormalidades mientras sigamos (re)conociéndonos en las diversidades, experimentaciones y transdisciplinariedades. La anormalidad debe ser el nuevo estándar.(Respeto a la)Diferencia o muerte. Pienso en una red de diferentes donde la premisa sea unirse en pro del respeto a la diferencia. Sin embargo, la normalidad se sostiene en las estructuras que mantienen las tradiciones que, por lo general, uniforman una cultura o la forma de existir, ser y hacer. Un proceso creativo normal es un proceso industrial, el proceso de transformar materia prima en producto elaborado. Los procesos creativos humanos son anormales.

Si el proceso creativo es humano (porque los humanos crean ese proceso al y para pasar por ello), la toma de conciencia de tal proceso creativo es un proceso creativo en si mismo que no sería posible sin el preciso hecho de vivir, pues la exploración existencial viene a ser el proceso de(descubrirse o hacerse a)unx mismo bajo esa conciencia. En lo que a mí respecta, pienso que el establishment debería resetearse del tal forma que todo mundo pudiera despertar y crearse o realizarse/resolverse. Sea lo que eso signifique e implique. Redistribuir el privilegio de poder elegir. Pero no estoy hablando de eso o sí. A ver.

Jimmy Page tiene parchado el sistema solar en sus pantalones. Lo escucho y vuelvo a pensar en la locura pero ahora pienso que el rockstarismo (pensando en una construcción más mercadológica que musical) emula a la locura en el sentido de que se burla del régimen de la normalidad a tal punto que posiciona íconos que se burlan de la corbata-correa y de los perros del sistema. Y de las voces alrededor que lo sostienen. Un rockstar está consciente de esto. La pregunta -y es algo que no he observado mucho en la última década- es si lxs rockstars se preocupan por la sostenibilidad de su locura, por cuánto tiempo podrán burlarse de la burla. Porque algo que sí he visto son estrellas de rock apagándose por estar loopeando, o sea, por estar haciendo lo mismo que no les funciona esperando resultados diferentes. Sea lo que esto signifique e implique para cada unx. Esa locura ya no son voces alrededor formando una idea y percepción identataria impuesta e inexplorada no aceptada ni interiorizada. Esa locura es una oda a la decadencia. Estar muriendo, pues. Querer matarse viviendo intensamente. Quedarse burlándose del yo por evadir la responsabilidad de construir ese ser(yo) argumentando que tomarse en serio un quehaSer es ser absorvidx por el sistema del que se burlan pues se burlan de la necesidad de buscar ser alguien asumiendo que ya lo son. ¿Cuántos guitarristas (a ver si no los mejores) se quedan con sus guitarras -y sus creaciones- encerrados en su habitación por miedo a volverse mercantilizables-sobreproducidos por el establishment? Pues el rockstarismo no era otra cosa que la locura contemplativa (del latín "contemplari", que se compone de los vocablos cum, "compañía, acción conjunta" y templum, "templo", significando algo así como "acompañar el templo") de algo trascendental manifestándose mediante el solo de la guitarra hasta que fue sistematizado por el mercado.

Y es que, si hay que vivir la vida que volverías a vivir si pudieras escoger, ¿qué rockstar querría dejarse ver viejx y enfermx y enfermx por viejx, lentx y con mucha menos psicodelia?

Reflexiono estas lecciones sin querer apurar a nadie pero sin querer dejar a nadie atrás tampoco porque cada quien es cada quien. Y cada quien va a su paso.