miércoles, 12 de mayo de 2021

Hablar de cultura de consumo musical (4)

Hace unos días, Alemania declaró los clubes de música electrónica como instituciones culturales al mismo nivel de las casas de ópera, las salas de concierto, los teatros, entre otros, dejando atrás la categoría de meros "lugares de entretenimiento".

Mi interpretación es que si un club puede producir cultura es porque existen practicantes de una "cultura club" que encuentran en ese lugar, enfocado en la socialización de la música, un espacio y tiempo dentro de un circuito, para poder ser y reconocerse, retroalimentarse y continuar en ese proceso -cultural- siempre tenso entre influir y ser influenciados por el entorno.

Para mí, es imposible ver la escena de música electrónica en Guatemala y su cultura con los mismos ojos inocentes de hace tantos años cuando es evidente que sus pistas de baile son territorios en disputa entre unos cuantos que nos tomamos (tal vez demasiado) en serio las posibilidades de la música dance y los clubes para transformar la realidad vs. los dueños de la finca, los narcos, los machos y los herederos de privilegios y mal gusto.

Vale la pena reconocer que la escena de música electrónica en Guatemala produce cultura, pero también cuestionarse, ¿cómo es esa cultura? Porque, con ciertas programaciones y line ups, políticas de puerta y de barra y, no digamos, al ver ese repugnante video de Bebo Arzú en una cima para presentar una serie titulada "TERRITORIO", pareciera que hasta a una dimensión tan insignificante de la existencia llegan las consecuencias racistas y clasistas del colonialismo y la independencia criolla que, por cierto, este año celebra 200 años.

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